ALGUNOS TEXTOS

José Caballero

 

Vicente Aguilera Cerni

 

    Es preciso contemplar desde dos vertientes la pintura de José Caballero. Por una parte, está su significado histórico, su decisiva presencia en la evolución del arte español contemporáneo. De otro lado, está su constante evolución, su búsqueda sin fatiga que hace de cada momento un avatar imprevisible, una conquista, una aportación, porque Caballero es de esos pocos artistas que tiene e! incómodo y exigente privilegio de estar siempre insatisfecho de su propia labor.

 

En la perspectiva del tiempo histórico, es enorme la importancia de José Caballero como artista-puente entre las corrientes avanzadas del arte español inmediatamente anterior a la guerra civil y los que asumieron, sobre las ruinas y las destrucciones, la difícil tarea de enarbolar la apertura cultural en un ambiente inhóspito. Lo que mantenía y reivindicaba era, precisamente, el derecho a la individualidad, a la imaginación y a la poesía. Cuando otros claudicaban o contemporizaban al encontrarse con todas las puertas cerradas, él se mantuvo firme, insistente y tenaz buscando las llaves capaces de abrir la cultura artística para que pudiera comunicarse con los aires vitalizadores de su propia e indispensable disconformidad. De ahí que Pablo Neruda, al evocarle desde un "entonces" desaparecido, acentuase todas las esquinas de su recuerdo con e! acento agudo de un "por qué" obsesivamente reiterado, pues en la obra de José Caballero estaban juntas preguntas y respuestas, nostalgias y esperanzas. Al mantenerse contra viento y marea, encontraba la fuerza de su propia autenticidad. Sabedor del "porqué”, su disconformidad ha terminado  logrando que el tiempo trabajase  para él, consolidándole y aumentándole.

 

Visto desde sus evoluciones, Caballero ha venido siendo un intransigente buscador de verdades y libertades interiores. Si tuviéramos que asignar un denominador común a los caminos que ha recorrido hasta ahora, diríamos que José Caballero es un poeta. Por eso, nos parece natural su contacto con quienes han tenido, en las letras españolas de nuestro tiempo, las claves más hondas de las formulaciones poéticas, como Lorca,  Neruda y Alberti. Por eso Rafael Alberti, ese dueño de riquísimos y refulgentes manantiales de palabras, ha sabido ver en cuadros nada lejanos, "mundos voladores ardiendo de escrituras". Porque José Caballero "escribe" sobre materias candentes que luego se enfrían y solidifican; "escribe" sobre planetas distantes, acercándonos a su peligroso hacerse y a sus inminentes amenazas; "escribe" con incisiones, relieves y signos a la vez embrionarios y definitivos. Ofrece, en fin, los símbolos de una dialéctica donde el "por qué" interrogativo que hería la evocación de Neruda se convierte en versión poética sugeridora de los dramas humanos, del drama por excelencia vivido entre los sueños y las frustraciones. […] Caballero puede ser un pintor de mundos imposibles, blanquinegros, siempre contrastantes, sumidos en posiciones inconciliables. Puede plasmar evasiones cósmicas, fugas hacia distancias y lejanías inalcanzables. Pero esos viajes imposibles nos atan a la tierra, a la vida y a las tragedias de la existencia. Al recordarnos que estamos en el espacio, en la distancia, en el vacío, nos recuerdan lo inmediato. La privilegiada perfección de la esfera y la obsesionante reiteración de los ritmos circulares, conviven con signos imprevisibles, con gestos dramáticos y airados. La obsesiva simetría -emblema de inmovilidad y muerte- ve aparecer signos que son como gritos negros, como enlutadas rebeldías. Así, los paisajes oníricos dictados por la fantasía están al lado del severo luto que tiñe el sol de los campesinos andaluces, de las grietas del suelo endurecido e indigente, de la sangre renegrida que produce quemaduras, de los destierros y de los letales orbes plomizos. Esto no es irse sino estar, mantenerse, asir los problemas próximos. Es trazar sombríos arañazos de protesta sobre la cal. No hay ausencia de lo humano. Están los sitios y las huellas, los lugares y las partidas, la tierra y los desiertos.

 

Las obras actuales de José Caballero materializan múltiples posibilidades interpretativas. Por ser entrañablemente libres, impulsan y estimulan la libertad imaginativa del contemplador. Su fuerza estética, su íntima artisticidad brota de la convivencia entre formas pregnantes y espontaneidades aparentemente incontroladas. De esa antítesis, de esa dialéctica -reforzada por la contrastante vecindad de lo blanco y de lo negro- emerge el código para su lectura.  Porque el impacto de lo imaginado- que ahora se ha convertido en imagen- proviene de las formas regulares y de la agresión de la antiformas, pero tambien surge de la íntima relación entre lo explicado y lo implicado.  Se explica un estímulo rotundo, lanzado hacia la percepción de quienes vemos los cuadros. Se “implica” una amplia gama de posibilidades, hasta las más incalculables distancias y las sugerencias del hombre ausente o infinitamente empequeñecido por la ampliación de  las dimensiones propuestas por la ciencia y los fríos roces con la indiferente superficie del mundo técnico.

 

Las cosas están y no están. Cumplen un rito poético, una ceremonia indeterminada y ambigua, establecen y rubrican un pacto de apertura.

 

Deslumbrado por el acoso alucinante del espacio y del tiempo, José Caballero siempre tiene como tema subyacente –aunque fundamental- la preocupación fundamental por el lugar y el destino del hombre. Así, la inminente calidad de su hacer arte posee densidades y riquezas interiores que solo pueden ser dadas por una honda preocupación humanística. En esos universos suyos, lo que cuenta es la aventura de la vida, la existencia amenazada y su futuro, un mañana para el que Caballero siempre ha trabajado y en el que profundamente confía.

 

Catálogo de la exposición individual en Fundación Gulbenkian, Lisboa, 1973,  pp. 5-7.

Catalogo exposición retrospectiva del artista en la Galería Nacional de Sofia, (Bulgaria),1979

 

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